viernes, 11 de julio de 2008

acertijo

uno que sepamos todos!! jeje:

eeehhhh... ¿ya adivinaron qué voy a estar haciendo en los próximos 15 días? ¿y en qué lugar maravilloso increible?

ah no?
una pista?
mmmm.....
le dice algo "la tierra de la cerveza alemana"?
no?
eeehhh....
"la tierra de la selva negra y el chocolate alpino"?
ufa che!
"una comunidad alemana en medio del valle de calamuchita"?
mah sí, che!
se los dejo de tarea de investigación, entonces!!

lo que sí es re top secret es en manos de quién estaré, jeje! (lo siento chicas! me toca, me toca, y no saben coooomo!! jaja!)


Miles de besos y.....
volveré y seré sillones!!
;)
juas, me dejan el chiste facil, quévaser...

lunes, 7 de julio de 2008

tanto tren con tu cuerpo, tanto tren



dale play y tratá de entender lo que te digo:

A la larga, el recuerdo que me queda de Venezuela (y como en un sueño) es el de esa noche en la Vela de Coro, en una fiesta con los Locos donde fuimos recibidos por la brisa cálida del mar, las mesas a la luz de las estrellas y el susurro de las palmeras. Y la salsa, por supuesto, la caliente y rítmica salsa que hace que los pies de los nativos se pongan en movimiento con los primeros sonares y continuen así, sin parar, con la alegría intacta aún después de varias copas, hasta que el sol caribeño empieza a despuntar. Venezuela, o mejor, la parte de Venezuela que linda al mar Caribe (no quiero andar generalizando sin conocimiento de causa), es un territorio feliz, así, fe-liz. Los lugareños disponen su cuerpo para la felicidad que emana de los intrumentos musicales, se invitan a bailar en las más dispares de las formas humanas: viejos con jóvenes, altos con bajos, gordos con flacos, lindos con feos, brillosos, transpirandos, agitados, sonrientes, felices en sus rondas en la pista. Termina una canción y al comenzar la otra ya están todos ubicados con su nueva pareja al azar de 3 minutos de felicidad, de la cintura, de la mano, cadera para acá, susurro por allá, tienen una actitud para el baile que eriza la piel, se enfrentan, se arengan, se reclaman, se rien, se aman, se padecen, en la letra de cada una de las canciones que interpretan con su cuerpo. El cuerpo en su salsa vibra y resplandece apasionadamente en la noche caribeña. Y no se quedan quietos ni un minuto, no le roban al baile ni un descanso para comer un bocado o beber una copa.

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A pocos metros de la zona de baile chisporroteante quedamos en la mesa unos pocos rioplatenses pudorosos de nuestros blancos cuerpos melancólicos del tango y los ñoquis de la mamma; ellos acodados frente al vino ("quiero emborrachar mi corazón para borrar un loco amor que más que amor es un sufrir..."), observando la fiesta lejana y ajena mientras ahogan sus penas en el fondo de un vaso, hombres con la mirada vidriosa y distante ("qué me habrán hecho tus ojos, que me habrán hecho...") pensando en quién sabe qué amor imposible, padeciendo el silencio del corazón tantas veces roto en la esquina del farolito de la calle en que nací.

Y ellas -nosotras- demasiado preocupadas por la celulitis que se le ve a la de pollera coloráa, por el corpiño tirante que se le asoma a la de rulos, por la abultada panza que no se esconde en esa remerita de lycra floreada. Nosotras las del sur del continente, intentando permanecer en correcta pose con la ropa impecable pero como al descuido, perturbadas en el espejito por brillo de la cara acalorada de los 30 grados, apantallándonos cual comadronas en la vereda, procurando que rimmel no se corra con tanto calor, y con el gesto preciso rechazando (demasiado estruendoroso, demasiado movidezo, demasiado transpirado, demasiado exitante, yo no sé bailar!) a los hombres osados que intentan sacudirnos un poco el pudor y el frío de la sangre...
Los hijos e hijas del tango nos quedamos en la melanco depre copa reflexiva, intentando metáforas que intenten explicar la angustia existencial, el corazón roto y la muerte irremediable...





(de cómo el cuerpo es una construcción cultural)
(o de cómo los argentinos somos unos amargos de mierda)